Los celtas en la antigüedad poblaron gran parte de Europa, pero poco a poco debido a la invasión romana y posteriormente germana fueron expulsándolos de sus tierras natales y acabaron instalándose en el norte de las Islas Británicas, Irlanda, Francia y norte de España.
El conocimiento ancestral de la observación del clima, la floración y eventos astrológicos particulares de cada estación sobrevivieron en las Islas Británicas hasta el siglo XVII perdurando por encima del cristianismo. Las crónicas sobre su existencia, creencias y costumbres han perdurado hasta nuestra época gracias al legado de autores griegos y romanos.
EL SIGNIFICADO DEL ÁRBOL PARA EL PUEBLO CELTA
Los árboles eran considerados por los celtas la esencia pura de la naturaleza. Recibían el nombre de Crann Bethadh (cuyo significado era Árbol de la vida). Se les concedió un carácter sagrado, representando los hilos invisibles que conectaban todos los elementos del mundo y una cultura inmensa se desarrolló en su entorno. El poder de los dioses se encontraba místicamente en cada uno de ellos y por eso cada árbol se consagraba a un dios o simbolizaba una virtud.
Los árboles se consideraban una fuente de energía y el nexo físico y divino entre el cielo y la tierra.
Los tres planos eran representados en las diferentes partes del árbol:
- El mundo material: Representado por el tronco, el cual proveía con leña y alimentos.
- El mundo de los sueños: Representado por las raíces que se adentraban en el inframundo y podían obtener el secreto de la sabiduría de la madre Tierra.
- El mundo divino de la conciencia (elevado plano supra humano): Representado por la copa del árbol y sus ramas que se dirigían hacia el cielo y eran movidas por el viento.
Los árboles simbolizaban el circulo de las estaciones relacionando al invierno con la muerte y a la primavera con el renacimiento.
Todo hombre o mujer llevaba un árbol en su interior, el cual, alimentaba su deseo de crecer espiritualmente. De esta manera, cada árbol era el protector material y espiritual de todos los miembros del pueblo.
Una costumbre arraigada en la tradición celta era la de plantar un árbol cada vez que nacía un niño. Este se convertía en compañero y consejero de la criatura durante toda su vida, el cual se encargaba de cuidar adecuadamente. Cuando la persona fallecía, sus restos eran enterrados bajo el árbol que le vio nacer, crecer y morir.
"Palabras del viento y de la tierra". Todo sonido, proveniente de la naturaleza y por consiguiente de los dioses, debía ser escuchado en toda su plenitud.
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